2024-04-19 [Num. 979]


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Columnistas  - Quién lo Creyera

Jack Goldstein

Jack goldstein
Por Jack Goldstein
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(Bogotá, 1969). Bachiller del Colegio Colombo Hebreo (1986) y B.S. Cum Laude en Economía de la Universidad de Pennsylvania (1991). Durante 15 años fue floricultor desempeñándose también como Vicepresidente de la Junta Directiva de Asocolflores. Los últimos 20 años se ha dedicado a la hotelería gerenciando Lancaster House, un hotel y centro de convenciones en Bogotá. Es miembro del Centro Israelita de Bogotá y de organizaciones como AJC, KKL y la Fundación Mazal. Ha sido escritor frecuente en Hashavua y es Director de Limmud-Bogota. También ha estado vinculado con algunos procesos de desarrollo de comunidades emergentes en Colombia y de diálogo interreligioso. Entre sus pasiones está la historia del pueblo judío y los viajes extremos por el mundo (Top Ranking en www.thebesttraveled.com). Sus anécdotas de viaje hacen parte del libro “Chasing 193. Vol II. The Quest to Visit every Country in the World”.

Cuando (algunas) mentes religiosas opinan sobre: ciencia y temas caninos

2019-10-15

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A menudo, el argumento de distintos grupos religiosos (judíos, mesiánicos, islámicos, cristianos) es que si Fulanito de Tal, con PhD en campos como la genética, la astrofísica o la informática es un ferviente creyente, eso valida la postura teológica en cuestión. En vez, creo que eso ejemplifica el concepto de la Disonancia Congnitiva. En este caso, fastidiado por el ruido que genera en su conciencia sus propias contradicciones, un individuo procede a justificarlas. No obstante, son muchos los casos de mentes brillantes en campos de la ciencia que explican de manera fascinante los misterios de la Naturaleza y lo balancean con su fe.

A lo que me quiero referir acá es el contrario de estos casos: Cuando mentes imbuidas de fe quieren dar explicaciones científicas en campos donde no poseen ningún título que los califique para opinar. Bajo esté selecto grupo se pueden incluir a quienes condenaron a Bruno, Galileo y Newton, y todas esas prepotentes “luminarias” que ven la Ira Divina en la Shoa y en desastres naturales como tsunamis, terremotos o hambrunas como justo castigo al comportamiento poco ortodoxo de una población entera. Considero que, en esos casos, defienden mejor su fe callándose que tratando de explicar las injusticias de la vida en términos teológicos. La cuestión de por qué pasan cosas malas a gente buena, será una constante de la filosofía humana, especialmente para quienes creen en un Dios que recompensa a los justos y castiga a los malos.

Pero ni a eso quiero referirme acá. Más bien, quiero hacer alusión a aquellos comentarios simplistas y afanados que quieren hacerse pasar por científicos y que, a veces, ni sustento tienen en textos religiosos. Por ejemplo, el caso de la justificación para no vacunarse a la que me refería en un reciente artículo. Existen también argumentos baratos como aquellos que dicen que entre animales no existe la homosexualidad y que solo copulan en una única posición y que por eso somos diferentes. Están las justificaciones afanadas de temas como la circuncisión, la menstruación, la polución nocturna, o temas bíblicos como el Diluvio, o el Sol y Luna quedándose quietos en el firmamento. Son lamentables argumentos con poco de ciencia y mucho de ingenua predisposición para justificar un postulado religioso.

Recientemente, algunos rabinos en Israel decidieron, en su infinita sabiduría y basándose en textos puramente esotéricos, maldecir a los dueños de perros y prohibir su tenencia. El tema parece traído de los diarios de Irán, Saudi Arabia o de alguna remota tribu de Africa, pero viene de Israel, lugar que cada vez, con más frecuencia, nos produce titulares de ese calibre. Ahora es común que un rabino le prescriba a una pareja con problemas conyugales que se deshaga de su amigo fiel. Los maridos se quedan con el pecado ´pero sin el género…y sin el perro.

Recomiendo leer este artículo de Haaretz que describe bien los conceptos detrás de esta nueva maldición. Incluye conceptos talmúdicos que relacionan a los perros con enfermedades o con la dificultad de cumplir la mitzva de la tsedaká ya que un perro furioso aleja al mendigo.  La ridiculez de los conceptos científicos de los rabinos anticaninos se hace aún más evidente en la medida en que también se puede encontrar explicaciones rabínicas y tanájicas que, por el contrario, defienden al perro. Dice la tradición que Dios mismo premió a los perros por no ladrar cuando el Angel de la Muerte hizo sus andanzas en Egipto. De haber ladrado, los egipcios se hubieran despertado y no hubiera habido éxodo que contar. 

Pero estos rabinos que no quieren reconocer las bondades de un perro consideran que solo un Bet Din puede aprobar la tenencia de un perro para casos médicos. Me pregunto ¿Qué criterio tiene un juez rabínico para opinar en temas médicos? ¿Por qué no dejamos eso a un médico?  Las voces que quieren prohibir perros por razones de higiene son las mismas que no se atreven a condenar a quienes no dejan vacunar a sus hijos durante epidemias. Algo muy podrido hay ahí

La fidelidad de un perro (quizás la más elevada en la naturaleza, según la opinión poco científica del suscrito), y su utilidad en operaciones de rescate, en guerras, en la ayuda a ciegos y enfermos, son argumentos contundentes para valorar la tenencia de un perro. Creo que la mejor manera de proteger a nuestras tradiciones religiosas es velar porque nuestros sabios se alejen de explicaciones científicas y cedan ese campo a los científicos.



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