El siglo XXI había amanecido con grandes expectativas de paz mundial y una globalización económica y comercial ascendente. Atrás habían quedado 2 guerras mundiales, otras más pequeñas y una Guerra Fría que hubiera podido haber desencadenado una no deseada guerra nuclear. La nueva Federación Rusa parecía encaminarse hacia una asociación euroasiática que podría constituirse, junto a los Estados Unidos, en un gran espacio democrático con influencia en todo el globo terrestre, en especial como influjo a la China comunista.
En el Medio Oriente se iniciaban, en la primera década del siglo, conversaciones entre los países árabes e Israel, las que fructificaron en la década siguiente con los “Acuerdos de Abraham”, a pesar de quedar pendiente el tema palestino.
En el Lejano Oriente China, India y muchos otros Estados Nacionales se iban acoplando al mencionado desarrollo comercial, creando una interdependencia cada vez mayor entre los países del mundo.
El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001 y la crisis financiera del 2008 fueron encaradas solidariamente para solucionarlas por todos los integrantes del Concierto de las Naciones civilizadas del mundo.
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y Ángela Merkel, Canciller de Alemania y referente de la Unión Europea, habían dejado stand by la expansión que la OTAN (Alianza Atlántica) estaba lentamente desarrollando hacia las fronteras de la Federación Rusa, fortalecida durante los mandatos de Vladimir Putin (2000-2008), Dmitri Medvedev (2008-2012) y nuevamente Putin desde 2012 hasta la fecha. El 20 de enero de 2021 asume la Presidencia de USA el Demócrata Joe Biden quien ejecuta una serie de políticas internacionales ambiguas y caóticas algunas y erróneas otras. La deshonrosa retirada de Afganistán en agosto de 2021 abandonando a 40 millones de personas a la esclavitud teocrática talibana y la desventurada desatención a los múltiples mensajes que enviaba el presidente de Rusia demandando la no inclusión de Ucrania en la OTAN provocaron a su vez la también errónea decisión de Putin de invadir a Ucrania ( llamada por él “operación especial”) el 24 de febrero de 2022 .
Con referencia al Medio Oriente el presidente Biden se va alejando tanto de Arabia Saudita como del Estado de Israel. En el primer caso concede a su nuevo rival hegemónico, la República Popular China, la iniciativa de reestablecer las relaciones de Riad con la República Islámica de Irán ante la falta de respuesta de USA y el aislamiento por parte de Biden. Esto implica para Israel un retroceso:
a) con los “Acuerdos de Abraham” y los avanzados diálogos para el ingreso a los mismos de Arabia Saudita y
b) un principio de desarticulación estratégica en el Medio Oriente.
Por si esto fuera poco, el presidente Biden comienza a reducir considerablemente los depósitos de armas norteamericanas ubicadas en Israel para ser enviadas a Ucrania en la guerra con Rusia. El objetivo de este arsenal americano se utilizaba para la realización de ejercicios militares conjuntos con los israelíes a los efectos disuasivos y defensivos a probables ataques de Irán. Las Fuerzas Armadas del Estado Judío se han sentido preocupadas debido a los múltiples frentes que deben resguardar: Irán, Siria y Hezbollah en el Norte; Hamas y la Jihad Islámica en el Sur. El parlamentario israelí Danny Danon expresó preocupación por la falta de acciones de la Administración Biden para enfrentar las ambiciones nucleares de Irán, en una entrevista durante el Día del Recuerdo de la Shoá (Holocausto judío).
A todo ello el Sr. Biden esgrime una especie de táctica pueril de enojo con Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, no recibiéndolo en Washington y su gobierno esboza un intento de intromisión en los asuntos internos del país en relación al tema de la Reforma Judicial que enfrentan al Gobierno de Israel con la Oposición.
Es de esperar, en el esencial tiempo que le queda para su gobierno, mayor madurez tanto del presidente Biden como de su equipo gubernamental en bien de la paz mundial.
