Imprímeme

Agunot y la tragedia de las mujeres encadenas

Por: Rav Daniel Shmuels

Uno de los problemas más grandes que tiene nuestro pueblo en la actualidad pero uno de los problemas que menos es atendido con la seriedad, obligación y delicadeza que se debe tener frente a una crisis social de enorme magnitud cuyos números son escondidos por cualquier excusa posible, es el de las mujeres conocidas como Agunot. 

Es factible que la gran mayoría de judíos jamás haya escuchado esta palabra; a su vez, es factible que ni siquiera sepan que este término hace referencia a mujeres a quienes se les niega un Guet, un divorcio. Tal vez ajeno, tal vez propio, tal vez muy lejano, tal vez muy cercano, también es factible que alguna vez hayan escuchado una historia bajo esas líneas de algún remoto conocido o familiar. 

Pues bien, la verdad es que este asunto a escalado a niveles dramáticos en los últimos años dentro de la comunidad judía en Norteamérica y en Israel. La pregunta entonces es, ¿por qué la situación de Agunah ha aumentado tanto? Es más, ¿por qué esta situación no ha tenido, a través de los años, una solución Halájica? Para responder a estas preguntas es necesario iniciar por el significado de la palabra en sí. Agunah significa en hebreo encadenado o encadenada y Halájicamente hace referencia a una mujer que se encuentra atrapada en un matrimonio muerto o sin salida pero simultáneamente ella no tiene la posibilidad de casarse nuevamente porque no tiene en su poder un Guet; por consiguiente, ella está “encadenada” a su marido.

Históricamente este término hacía referencia a una mujer cuyo marido había desaparecido sin testigos de su muerte y su cuerpo nunca había sido encontrado, quedando entonces casada permanentemente con su inexistente marido. Hoy en día este término también se usa para aquellas mujeres cuyo marido se rehúsa a darle un Guet, un divorcio. Bien sea que el esposo haya desaparecido o que sencillamente no le quiera dar el Guet, el resultado es el mismo; a saber, la mujer está en un matrimonio inexistente e igualmente no se puede volver a casar bajo la ley judía. 

Ahora bien, técnicamente es el hombre quien le otorga el Guet a la mujer, MiDeOraita es el hombre quien tiene ese deber religioso; sin embargo, como lo establecen nuestros sabios, dicho Guet tiene que ser otorgado “Meritzono HaTov”, de su libre albedrío. Y ese es el primer obstáculo que se puede encontrar en el camino cuando un esposo se rehúsa a dar un Guet. Entonces, aun cuando la pareja esté separada de cuerpo, aún cuando la mujer demande un Guet; en última instancia, es el marido quien tiene la posibilidad de otorgarle el divorcio de su libre albedrío y de su buena voluntad. 

Si bien nuestros sabios del Talmud establecieron penalidades para que no hubiese divorcios caprichosos por parte de los maridos, dejaron la posibilidad abierta a que el marido se divorciara de la mujer sin su consentimiento; sin embargo, el asunto cambia cuando Rabeinu Guershon, HaOr HaGueula, decreta en el siglo X para el judaísmo Ashkenazí que ningún hombre puede divorciar a su mujer sin el consentimiento de ella. Con el paso del tiempo este decreto es asumido por todos los judíos hasta nuestros días; como resultado, para llevar a cabo hoy en día un divorcio es necesario que ambas partes den su consentimiento. De cualquier forma, esto no cambia el hecho que es el hombre el que aún sigue otorgando el Guet y si él no está de acuerdo en darlo, nos estrellamos con una pared.

Antiguamente, cuando las comunidades judías estaban restringidas a sus propias aldeas era mucho más fácil que los maridos accedieran a otorgarle el Guet a las mujeres por la presión que las comunidades mismas ejercían sobre los hombre y la dificultad que existía en que ellos fueran a otras aldeas o pueblos sin que se supiera su proceder. Hoy en día la cosa ha cambiado porque las comunidades judías ya no están radicadas en ghettos o Shteitels sin acceso al mundo globalizado, la tela social gracias a la tecnología ha cambiado por completo, las comunidades no tienen el poder de coerción que existía antiguamente, la asimilación por parte de muchos judíos a quienes no les importa ser consecuente con una vida religiosa judía ha aumentado en los últimos 30 años en más de un 50%. Todos estos factores hacen que estas Agunot queden en el aire. 

En Norteamérica no hay ningún poder legal para que los Batei Din procuren forzar a los maridos a dar un Guet, limitando sus esfuerzos solo a sanciones religiosas y sociales a nivel comunitario que pierden todo efecto cuando el marido sencillamente se marcha o se rehusa a dar un Guet al haber cumplido con un divorcio civil. ¿Y la mujer qué? En suspenso, en silencio en su miseria, en una sin salida para rehacer su vida, para ver un nuevo día con un futuro brillante, ellas siguen encadenadas, mientras el hombre se ha ido o sencillamente no la quiere dejar ir al mejor estilo de una novela de Atwood. Actualmente los casos son de 10 a 1 de hombres que sencillamente abandonan la comunidad y el judaísmo por completo sin reparar por la mujer que queda atrás. En muchos de los casos acceden a las exigencias gubernamentales para su bienestar propio pero el Yiddishkeit y sus deberes con él se van al tiempo que él se marcha.

Por su lado, los Batei Din de Israel tienen la posibilidad de imponer penalidades civiles como la cárcel debido a que todo divorcio civil debe culminar con un proceso de Guet y el rehusarse a ello implica una ruptura de la ley civil simultáneamente. Sin embargo, las cortes fracasan en su mayoría en imponer estas sanciones, debido al concepto de Meritzono HaTov, pues el marido al ser forzado no está otorgando el Guet de su libre albedrío. Técnicamente, las penalidades civiles son dadas para que el marido “tome un tiempo y piense sobre lo que es apropiado hacer”, pero al parecer los Batei Din ven eso como una coerción que desvirtúa el proceso como tal.

La pregunta sigue; a saber, ¿qué puede hacerse desde la Halajá para que estas Agunot dejen sus cadenas? Al Pi Halajá, no hay nada que hacer en principio. Una mujer no se puede dar un Guet a sí misma, una mujer puede demandar un Guet y este puede ser otorgado sólo por el marido si ambas partes están de acuerdo. Si el marido se rehúsa a dar el Guet por cualquier motivo, esta mujer queda encadenada a él por siempre. Si el bienestar y la vida de la mujer está en riesgo, es deber de todo Beit Din y toda comunidad forzar al marido a que otorgue el Guet, aquí sobre pesa el concepto Halájico de Pikuaj Nefesh sobre el de Meritzono HaTov. Más allá de ello son trucos de experiencia lo que puede permitir que una Agunah pueda ser otorgada un Guet. 

En el caso de maridos que han abandonado el hogar, la comunidad y el Yiddishkeit, lo que ha resultado más eficiente es un acuerdo civil económico entre ambas partes donde la mujer, la comunidad y el Beit Din, liberan de toda responsabilidad económica al marido que otorga el Guet; es más, en algunas instancias se ha procedido en otorgarle al marido una recompensa económica por dar el Guet de libre albedrío; sin embargo, para aquellas mujeres que no tienen un respaldo económico grande o una comunidad económicamente pudiente está posibilidad se desvanece en las tinieblas. 

Hay otro recurso al cual se puede acceder y yace en revisar la Ketubah en esperas de encontrar un error para que por consiguiente sea anulada. Este proceso no es tan sencillo debido a la necesidad de errores en la “escritura” de la misma, usualmente utilizamos escribas para escribirlas lo cual hace el asunto muy complicado. Si no existen errores caligráficos pueden existir errores en aquellos que firmaron la Ketubah como aptos para ser testigos o también se pueden traer testigos a un Beit Din que confirmen información falsa en la Ketubah como hora, fecha, etcétera. En este caso la mujer no es divorciada sino que su matrimonio ha sido anulado y aun cuando hayan hijos sobre los cuales ambos padres tienen responsabilidades, la mujer queda libre para poder casarse nuevamente y empezar una nueva vida como mujer soltera. Esta vía tiene un costo de tiempo y de voluntad por parte del Beit Din para acceder a esa investigación pero es la vía más común en estos casos.

El asunto de Agunah no es sólo de mujeres, los hombres también pueden ser víctimas de él aunque a menor escala y con menores consecuencias. Esta problemática también forma parte del abuso doméstico que puede existir en una pareja. El problema de Agunah no es sólo para la ortodoxia o para los observantes de la ortodoxia, es un problema que cubre todas las esferas del judaísmo. Entonces; si cubre tantos aspectos del judaísmo, ¿debe ser la Halajá pasiva o activa frente a este problema?