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El ocaso de una comunidad criptojudía

Por: Rabino Eliahu Birnbaum

La singular comunidad de Belmonte desaparece paulatinamente. Amén del problema demográfico, el abandono gradual de las tradiciones ancestrales en favor de la modernidad es el que pone en jaque su continuidad.

¡Socorro! La comunidad de Belmonte en Portugal desaparece poco a poco. Hasta hace poco fue una comunidad singular de criptojudíos que preservaron su judaísmo en secreto: encendían velas de Shabat en los muros de las casas, horneaban matzot para Pesaj en los sótanos y preservaban diferentes costumbres. Actualmente la de Belmonte pasó de ser una congregación con quinientos años de tradición propia a transformarse en una comunidad judía más, similar a sus pares del resto del mundo judío.

El alejamiento de las tradiciones

Hace un par de semanas regresé de Belmonte. Se trata de una pequeña aldea de tres mil habitantes en el norte de Portugal. Este pintoresco pueblo se encuentra cercano a la frontera con España en una región que recibe el  nombre de "Tras os Montes" en las afueras de la ciudad de Covilhã. La mayoría de las casas están construidas de piedra y deambular por sus callejones recuerda intensamente el caminar por la ciudad vieja de Jerusalém. La aldea se encuentra sobre un monte desde el cual se divisa una vista magnífica de campos y valles que parecen extraídos de una pintura.

En esta localidad habitaron durante siglos judíos "anusim" (forzados a convertirse al cristianismo) que se escaparon de las garras de la inquisición y en la lejanía de los montes norteños continuaron conservando sus tradiciones no solamente mediante el sentir en el seno de sus corazones sino que también en la práctica al interior de sus hogares. Los "anusim" de Belmonte optaron por un modo singular de preservación de sus tradiciones, actuando conforme a la máxima que indica: "sé judío en tu hogar y católico al salir de este". La comunidad de Belmonte es reconocida en la historiografía judía como la única que sobrevivió los embates de la inquisición preservándose por generaciones de manera asombrosa tanto en su identidad judía como en su estructura comunitaria.

Siglos de aislamiento y existencia clandestina ("criptojudía") generaron un fenómeno único y original de preservación del judaísmo mediante el acuñado de tradiciones particulares que se transmitieron de generación en generación como por ejemplo rezos en portugués que se pasaron de madre a hija y de abuela a nieta y una identidad judía que se transmitió en secreto por centurias.

He visitado innumerables veces esa comunidad judía tan especial empero esta última vez percibí un cambio significativo. En primer término un cambio demográfico, en el pasado habían unas doscientas familias de criptojudíos en la aldea mas hoy en día hay apenas una decena que llevan un estilo de vida tradicional y mantienen encendida la chispa de la herencia. La comunidad se reduce paulatinamente tanto en virtud de la emigración hacia Israel como por el fallecimiento de los ancianos. Parecería que en unos años esta comunidad se verá borrada del mapa del mundo judío.

Sin embargo, no solamente la comunidad de Belmonte desaparece lentamente sino que junto con ella desparecen sus costumbres y tradiciones. El viernes por la noche se rezó el Kabalat Shabat con la melodía del Rabino Carlebach y sentí que me encontraba en una sinagoga del barrio Najlaot en Jerusalém. En el servicio de la mañana el oficiante rezó según la tradición sefaradí jerosolimitana, y si bien la melodía fue muy agradable me faltó escuchar las plegarias tradicionales que solían cantar los ancianos de la comunidad portuguesa, las cuales fueron escritas cientos de años atrás y se transmitieron de generación en generación.

En virtud del proceso que atraviesa la comunidad judía de Belmonte, comencé a reflexionar sobre la paulatina desaparición de diferentes comunidades en el mundo judío y del olvido que sufren sus singulares tradiciones acuñadas tanto en las de oriente como las de occidente. Entiendo que hay muchas y dignas personas que se alegran cuando llega a su fin una comunidad judía en el exilio y ven en ello parte del proceso de reunión de las diásporas. Empero, considero que el problema de la desaparición de comunidades no es únicamente de carácter sentimental o nostálgico. Cuando una comunidad deja de existir, junto con ella se desvanecen parte de las piezas del rompecabezas que conforma al pueblo judío. Las costumbres de esa congregación se transforman en un dato arqueológico que carece de posibilidad  de proyectarse a futuro. Estoy convencido que así como a cada judío le corresponde una letra en la Torá y a su vez este es una manifestación de una de sus letras de modo tal que sin él ella está incompleta, de igual forma las comunidades judías y las tradiciones que estas detentan son manifestaciones de la Torá en su completitud y es necesario preservarlas. Por lo tanto, si una comunidad desaparece algo falta y la existencia judía tanto en el presente como en el futuro se resiente.

El acervo familiar

El secreto de la existencia judía a lo largo de las generaciones radica no solamente en el ámbito de la halajá sino también en las tradiciones y costumbres que se transmiten de generación en generación. El mundo de la halajá es de carácter práctico, posee reglas y principios que se atesoraron tanto en la Torá escrita como oral a lo largo del tiempo, empero, las tradiciones y las costumbres son las que le confieren sentido y significado. Si al mundo de la halajá le quitamos las tradiciones y las costumbres particulares de cada congregación, se corre el riesgo de perder también a la norma halájica quedando así incompleta cual cuerpo carente de alma. Tal como escribió el Prof. Israel Ta Shmá en su libro "Tradiciones antiguas de Ashkenaz": "…a final de cuentas, la tradición es el espíritu, la lengua, la pertenencia, el sentido de transmisión de la herencia, la conexión entre el pasado y el futuro".

La preservación de las costumbres comunitarias y familiares pasa por la conexión al hogar, o como se dice en hebreo "beit aba" (casa paterna). Este concepto es subjetivo y cambiante en virtud tanto de la generación como de la comunidad. En cada "beit aba" se forjaron tradiciones diferentes y en cada generación sobrevienen cambios. Por esta razón es necesario preservar las diferentes tradiciones de las diferentes comunidades para así mantener el concepto de "beit aba" como referencia de la persona individual hacia la herencia judía colectiva. La institución del "beit aba" es relevante también para quienes abandonaron ya el mundo de la halajá. Probablemente esta es la razón por la cual los judíos participan en mayor porcentaje de la cena de Pesaj en el seno de la familia que del rezo de Kol Nidrei en la víspera de Yom Kipur.

Mi Rabino y maestro el Rav Yehudá Amital solía decir que el precepto de "Y le contarás a tu hijo" incluye dos cuestiones que el rabino no puede inculcar a sus alumnos: "las melodías del abuelo y los "kneidlaj" de la abuela". Esto sólo lo pueden inculcar el hogar y la tradición para así poder dar vida a la generación siguiente.

El Rabino Shagar lo definió de un modo muy particular: "El fundamento de la vida judía radica en el flujo de la vida, el modo de vida halájico no es sino el devenir de la vida judía y no el estudio de los incisos de los libros legalistas. La plenitud, que es la misma alma de la vida halájica se conforma en el seno de este flujo y establece el "ethos de la tribu" que hace perdurar la costumbre ancestral y de esa manera se enraíza en esta… lo que muchos carecen en su vida religiosa es el aroma de la comida, la sensación de pertenencia que se transmite por vía de las tradiciones, los alimentos, los aromas y las imágenes singulares del modo de vida religioso. Todos estos son los que transforman la vida familiar íntima en tribal, en una usanza que no se puede desechar así como no se puede abandonar un hogar pues la persona siempre pertenecerá a este. Entonces, lo que hoy hace falta es el sabor y el aroma que son esencialmente interiores. El tiempo moderno alienó al Hombre de esta interioridad estableciendo una fractura entre este y lo hogareño, y en virtud de ello la intimidad se esfumó".

A la entrada de la sinagoga de Belmonte luce un cartel que reza: "Aquí no se cortó la cadena… aquí en Belmonte, en esta casa y en las casas lindantes en el corazón de la judería, se vivió una vida judía plena y rica desde días inmemoriales. En virtud de los decretos persecutorios del gobierno los habitantes judíos de la aldea así como judíos a lo largo y ancho de España y Portugal se vieron forzados a convertirse al tiempo que preservaron sus costumbres en el seno del hogar. Aquí la flama no se extingue jamás… aquí el alma judía perdura por siempre… aquí el alma judía no se perdió… y desde el pasado se construirá el futuro, de la oscuridad del medioevo se izará la luminaria de esta sinagoga y centro espiritual".

¿Es posible que la comunidad de Belmonte perdure sin preservar las tradiciones y las costumbres singulares de sus ancestros?