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Dolor y amor animal

Por: Raquel Goldschmidt

Hace unos días, yendo al supermercado tenía encendida la radio del carro en la “W”, escuchando al periodista Julio Sánchez Cristo. No escuché desde el principio el programa pero me di cuenta que la gente llamaba para dar su opinión sobre el Procurador Alejandro Ordóñez. Uno de los participantes emitió su opinión, además muy interesante, pero me llamó la atención que al fondo, se escuchaba cono una vaca mugiendo. Al parecer no fui la única que se dio cuenta, porque el periodista le preguntó: “Cuénteme señor –no recuerdo el nombre llamémosle juan- juan, dónde está usted, porque escuchamos como ruidos extraños a su alrededor”, pues el señor Juan estaba como en una granja y lo que escuchábamos era efectivamente el mugir de una ternerita. El periodista muy preocupado le preguntó por qué mugía de esa manera la ternerita, y le explicó el señor, que recién había nacido el día anterior y como la había separado de la madre, entonces la extrañaba y por eso mugía de esa manera. Claro, tanto los periodistas del programa como los que escuchábamos la radio –supongo que no debí ser la única- estábamos realmente consternados. El periodista le pidió que por favor que le permitiera la ternerita estar con su madre al menos un par de días más, pero el señor explicó que la vaca madre era una vaca lechera y no podían permitirle amamantarla más.

Quedé con un nudo en la garganta, y no era raro. Yo había aprendido -y enseño en mis clases- que en el judaísmo está prohibido separar a la cría de su madre al menos por siete días, y a pesar de que siempre consideré ésta una buena ley, -aunque muy corto período de estar con su madre-, sin embargo esta vez la sentí más cerca y la entendí perfectamente. En la Torah Levítico 22:27 dice: “Buey, cordero o cabra, cuando naciere, habrá de estar siete días con su madre y desde el día octavo en adelante será aceptado como ofrenda, sacrificio ante Ado-nai”. Estas leyes aún se practican hoy, y el rabino Moshé Yerushalmi, especialista en Shejitá, me complementó que a pesar de que un ternero(a) se podría sacrificar a la semana después de haber estado con la mamá, hoy se acostumbra a dejar al ternero(a) al menos dos semanas con la madre.

Nuestro sabio Maimónides –Rambam- dice: "El dolor de los animales bajo tales circunstancias es enorme. Así no hay diferencia en este caso entre el dolor de los humanos y de otros seres vivos, ya que el amor y la ternura de una madre por su cría no es producida por la razón sino por el sentimiento y esta facultad existe no solamente en los humanos sino en muchos seres vivos" (Guía de los Perplejos 3:48).

Esta no es la única ley que la Torah presenta con respecto a la protección de los animales, hay leyes que les protegen física y además sicológicamente también. En los países “civilizados”, del “primer mundo”, “desarrollados”, “luchadores de los derechos humanos”, recién a partir del siglo XIX se empieza con la idea de protección a los animales. Digo la idea, porque en algunos países existen leyes de protección a los animales y se cumplen salvo algunas excepciones. En otros países existen las leyes, pero poco se cumplen, y en otros países ni siquiera existen este tipo de leyes.

El maltrato a los animales, que lo he visto, es llamado en la biblia “Tzaar Baalei Hayim”, sufrimiento a los animales, pero no deseo dar ejemplos, porque personalmente me duele mucho y hasta me da malestar. Pienso que debería existir penas de cárcel y reformatorios para gente que hace sufrir a los animales, sean propios o no. Cuando una persona se concientiza de la responsabilidad que tenemos los hombres, la “raza humana superior”, con respecto a los animales, se humaniza a todo nivel. El famoso médico, filósofo y teólogo alemán ganador del Premio Nobel de la Paz en 1952 Albert Schweitzer –Cuando estos Premios Nobel de la Paz eran entregados con justa causa-, dijoCualquiera que esté acostumbrado a menospreciar la vida de cualquier ser viviente está en peligro de menospreciar también la vida humana”.

En la Torah y en el Talmud aparecen hermosos ejemplos de amor a los animales y las leyes con respecto al tema son prioritarias, infringirlas equivale a incumplir leyes como la de Shabat o Kasher.

La ley de Shejitá, -sacrificio ritual de animales- la cual ha sido víctima de acusaciones injustas, está reglamentada principalmente para evitarle dolor al animal que se ha de sacrificar para efectos de alimentación. El procedimiento es largo, y supremamente meticuloso, hay que estar seguros que el animal está sano, por medio de un examen médico veterinario, posteriormente, el animal es sacrificado cortándole la vena principal que pasa por el cuello. La información de dolor no alcanza a llegar a su cerebro cuando el animal ya fallece. Sigue moviéndose y mugiendo, por efectos reflejos pero ya no está consciente. Quien presencia este sacrificio, se puede impresionar porque lógicamente sale mucha sangre, y la sangre asusta mucho, o sea, para quien lo presencia es impresionante pero para el animal es lo más humano. Mientras que otros sistemas de matanza con el golpe en la cabeza, el disparo en la cabeza, el aturdimiento por concusión, que puede no morir el animal instantáneamente, o la electrocutación, gas o la estocada, definitivamente a la vista son más “generosos”, pero el animal alcanza a tener algunos momentos –a veces mucho tiempo- de sufrimiento extremo, comprobado a través de pruebas de EEG. Eso está prohibido por la ley judía.

En todo caso, la ley judía prohíbe matar innecesariamente a un animal, ni siquiera a un zancudo, solamente en casos de defensa de la vida o protección de la salud humana.

Ejemplos de algunas otras leyes de protección a los animales en la Torah y el Talmud

En la página de Judaísmo Ortodoxo moderno explican de una bella manera la ley de las aves y los huevos o los polluelos así: “En Deuteronomio 22:6 y 7 habla sobre la prohibición de la captura de un ave madre junto con su cría o sus huevos. Si la cría o los huevos son necesarios, la madre debe estar ausente cuando se toman. En la práctica los polluelos jóvenes son de poca utilidad así que esta prohibición tiende a proteger tanto a la madre como a la cría. Los huevos son más comúnmente cogidos, pero el lazo con la madre es mucho más débil”.

Existen muchas otras leyes de protección física a los animales tanto en la Torah como en el Talmud, y lo interesante es que también se habla del amor que siente un animal, y de su sicología. Quienes han tenido mascotas lo pueden comprobar más fácilmente.

El judaísmo, dentro de los textos del Talmud especialmente habla sobre la antipatía que existe dentro de la filosofía judía contra “deportes” como la cacería de animales –no por alimentación sino por deporte-, el toreo, -Avodah Zarah 18b- y pasándolo más a la actualidad, dentro de éstos parámetros también se vería con malos ojos, la pelea de gallos, perros o de cualquier otro animal. Dentro de esa filosofía, debería estar prohibida la compra de artículos innecesarios hechos con el marfil de los huesos –colmillos- de los elefantes y otros materiales animales que son sacrificados o torturados solo por vanidad. Así mismo se prohíbe practicarles intervenciones quirúrgicas sin necesidad, como cortarles las orejas o colas a los perritos, u otras cirugías.

Algún día, ganaderos, lecheros y toda persona que trabaje o trate con animales, dueños de mascotas, e incluso amigos de dueños de mascotas, sientan en su alma ese dolor que sintió el periodista y algunos oyentes al escuchar el sufrimiento de esa ternerita mugiendo llamando a su mamá, y entiendan el dolor físico y moral que puede sentir un animal y el amor y agradecimiento que puede sentir al ser amado, alimentado y bien tratado.


Bibliografía