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¿Por qué estudiar Shoá hoy?

Por: Karen Kadoch

Generalmente en cada disertación, ya sea en un aula o en una conferencia, la primera pregunta que me hacen se relaciona con mi raro acento al hablar. Y comienzo a elaborar mi respuesta expresando que soy francesa e israelí, a pesar de estar viviendo desde hace más de 20 años en Cali, y de sentirme muy colombiana. Y estas  tres partes a las cuales pertenezco, actúan dentro de mí como un puente de paz entre las distintas sociedades referidas. 

Hace unas semanas, tuve la oportunidad de asistir a una sesión educativa en donde se discutían interesantes propuestas para la implementación de una catedra transversal en materia de paz (derechos humanos y humanitarios) en las universidades. Uno de los panelistas, que no era ni revisionista ni negacionista,  insistía en que en vez de enseñarles a los jóvenes el lado oscuro de la historia, los conflictos y las guerras, deberíamos enfocarnos solo en las cosas positivas, omitiendo los demás hechos. De esa manera, decía él, formaríamos personas más optimistas y pacifistas. No era un espacio en el cual se podía hacer preguntas, y sus palabras quedaron dando vueltas en mi mente. 

Me acordé de las tantas veces en la cuales la gente me ha mirado  con cara de aburrimiento cuando comento que me dedico a enseñar shoá, y cuando yo misma,  teniendo que dar conferencias, he tratado de encontrar algún tema “agradable” para no fastidiar al público con “lo mismo de siempre”. Y entonces me agarró cierto temor: ¿Será que todos estamos saturados?, ¿Será que a medida que pasan los años, nos vamos olvidando por qué debemos seguir enseñando shoá después de que ya pasaron “tantos años”, como lo piensan nuestros hijos, estudiantes, y demás jóvenes como muchos de  ustedes también,  quienes pertenecen a la generación del inmediato, y para quienes 10, 20, o 30 años son una eternidad,  entonces ¿qué decir de 70 años?. 

Y es por justamente por esa razón, porque realmente creo en la importancia de la historia para nuestro presente y futuro, que he decidido retomar hoy esta sencilla pregunta: ¿Por qué debemos enseñar y aprender acerca de la Shoá? El historiador israelí experto en la Shoá, Profesor Yehuda Bauer, dice: “La Shoá se ha convertido en un paradigma que es comparado con otros fenómenos históricos que aparentan presentar ciertas similitudes, y es hoy en día un instrumento legítimo, utilizado para combatir el racismo, los brotes neo-nazis” [1] y, eso lo agrego yo, otros tipos de agrupaciones actuales que basan su ideología en el odio. 

Sobre ese tema, y acerca de los cuidados que debemos tener cuando comparamos a la Shoá con otros genocidios, volveremos después. 

El Doctor Yosi Goldstein nos recalca el hecho de que  la Shoá nos enfrenta a diversos dilemas, principalmente en un plano ideológico, en dónde se encuentran tres aspectos [2].

El primer aspecto es el significado histórico: En el pasado, todo el propósito de saber acerca de la Shoá giraba alrededor de la búsqueda de explicaciones históricas que ayuden a entender este fenómeno tan singular. Entonces tomó fuerza un enfoque “místico”, promovido por el superviviente y escritor Iejiel (Yehiel) Dinur, quien en 1961, en su testimonio durante el juicio de Eichmann en Jerusalén, dijo que “Auschwitz era otro planeta, y quien no haya estado allí no podía entender su verdadero significado”. 

Ese enfoque traía consecuencias educativas nefastas, ya que no permitía ningún tipo de acercamiento a lo que había pasado, además que esa visión misteriosa venía acompañada por una demonización de Hitler, quien era el responsable único de todos los males, y la presentación del nazismo como un desvío en el curso normal de la historia alemana. 

Hasta la década de los 80, el tema no era estudiado sistemáticamente ni en Israel ni en el mundo en general, a menos de ser abarcado desde el rol de la minoría de jóvenes quienes lucharon con las armas, mientras que los demás iban “como rebaño al matadero”. Así que solo se atrevían a hablar aquellos supervivientes que habían combatido en grupos armados clandestinos, mientras que todos los demás guardaban silencio. 

Con el correr de los años y los aportes de la investigación histórica, se descubrió la complejidad del tema y se evitó la emisión de juicios valorativos para respetar a cada uno de los supervivientes. 

Hoy, el concepto de pasividad judía es rechazado y la resistencia armada es estudiada dentro de las diversas reacciones judías contra la opresión nazi, junto a la resistencia espiritual. Paralelamente, se han desarrollado unidades de estudio de la Shoá, y existe una aceptación generalizada de la importancia del tema.

El segundo aspecto, que se relaciona con el primero, tiene que ver con el universalismo versus el particularismo de la shoá. Con el trascurso de los años estas posiciones antagonistas llegaron a un punto medio, en dónde se reconoce la especificad de la tragedia judía pero se establece la legitimidad de una comparación con otros genocidios y se admite que los judíos no tienen ni el monopolio ni la exclusividad en el sufrimiento humano a lo largo de la historia ni en la persecución nazi.

Sin embargo la Shoá es el paradigma más extremo de genocidio y  ningún otro fenómeno semejante se aproxima a sus dimensiones y significado, por varias razones. De hecho, es por eso que más y más personas hacen uso de la palabra hebrea “Shoá”, cuyo significado es catástrofe, evitando usar las palabras “holocausto” que tiene cierta connotación religiosa o  “genocidio” que es de uso más generalizado, y respetarle su particularidad a la Shoá.  

¿En qué se diferencia entonces la Shoá de los demás genocidios? El profesor Bauer resalta las siguientes características [3]: 

  1. La ideología nazi antisemita acentuaba elementos biológicos hereditarios (hasta 4 generaciones atrás, ver leyes de Nüremberg del año 1935), y todo judío estaba condenado de acuerdo al plan de “solución final” al exterminio, sin excepción. 
  2. La intención nazi era global, universal, perseguir a todo judío donde quiera que esté, no solamente en Europa. 
  3. No existió ningún motivo o causa histórica lógica para la obsesión de exterminio, como ser conflictos territoriales, económicos o políticos. 
  4. El odio antisemita es milenario, y en la época moderna adoptó ribetes de ideología asesina que fue inculcada doctrinariamente a todo el pueblo alemán y sus pueblos aliados. No cabe duda que el antisemitismo ocupó un rol central en la ideología nazi, que condujo al desarrollo de un plan de exterminio total.
  5. Los nazis no solo desarrollaron métodos sistemáticos de exterminio casi sin comparación (cámaras de gas y hornos crematorios, marchas de muerte, etc.) sino que primero se destacaron en “el arte de la humillación y degradación” del judío. 

Y finalmente, el tercer y último dilema que nos reta la Shoá, es la discusión en torno al significado teológico de esa, con preguntas como ¿dónde estuvo Dios en la Shoá?  y ¿por qué no protegió a su pueblo elegido? 

El superviviente, escritor y Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel fue el pensador que mejor encaró ese dilema teológico. Aunque venía de una familia practicante, durante años negó su significado teológico, acentuando su enojo por la pérdida de familiares y millones de víctimas inocentes. Pero en sus memorias más recientes, y en muchas notas periodísticas publicadas en todo el mundo aparece la reconciliación con D´s y el reencuentro espiritual. Desde el punto de vista educativo, para judíos no ortodoxos u ortodoxos modernos, y más aún para el mundo no-judío, la visión de la Shoá como un castigo divino es inaceptable, vista como un argumento inmoral. Si la meta es enseñar la Shoá para comprender dilemas del pasado y analizar sus proyecciones actuales, la explicación teológica debe ceder ante la explicación histórica y sociológica, quedando solamente como un dilema moral filosófico al cual tan solo se puede brindar respuestas personales.

Entonces si la Shoá nos mueve tantos sentimientos, ¿por qué debemos persistir en tratarla?

  1. Porque fue un hecho que marcó un punto de inflexión, no sólo para la historia del siglo XX, sino para toda la historia de la humanidad. Fue un intento sin precedentes de asesinar a un pueblo completo y de exterminar su cultura en forma industrial y sistemática, más allá de otros acontecimientos con modalidades comisivas genocidas, como el caso armenio, bosniaco o ruandés. Debe ser estudiada porque fundamentalmente desafió los cimientos de la civilización, cambiando definitivamente el contrato social entre el ser individual y el Estado. 
  2. Un estudio exhaustivo sobre  la Shoá nos ayuda a pensar en el uso y el abuso del poder, en los roles y responsabilidades de los individuos, de las organizaciones y de las naciones cuando se enfrentan a violaciones de los derechos humanos [4]. Puede incrementar la concientización del potencial del genocidio en el mundo contemporáneo.
  3. El estudio de la Shoá ayuda a desarrollar una comprensión de
    las ramificaciones del prejuicio, del racismo, del antisemitismo y de los
    estereotipos en cualquier sociedad. Asimismo, permite que las personas tomen conciencia del valor de la diversidad en una sociedad pluralista y
    se sensibilicen hacia la posición de las minorías. Y que traten a las minorías no como grupos, sino cómo individuos, singulares cada uno. La generalización entonces del judío como un todo, como el culpable de todos los males de la humanidad, y por ser así cualquier judío, que fuera un bebe, niño, joven, adulto o anciano, era culpable, fue el detonador para la eliminación de todos los judíos. Hoy en día,  me asusta oír aquellos que acusan a todos los musulmanes de ser terroristas. ¡Porque no! No lo son. No todos los musulmanes son terroristas, pero eso sí, todos los terroristas son jihadistas musulmanes. Y la diferencia entre la primera afirmación y la segunda es abismal. 
  4. La shoá demostró cómo hizo una nación moderna para utilizar su experiencia tecnológica e infraestructura burocrática para implementar políticas destructivas que iban desde ingeniería social hasta el genocidio.
  5. La shoá brinda también un contexto muy marcado para explorar los peligros de permanecer en silencio e indiferente frente a la opresión de otros. Porque está más que comprobado el rol fundamental que tuvieron desde el inicio del poder nazi los observadores pasivos, aquellos que veían lo que pasaba y que se quedaban callados. Es muy importante aclarar que permanecer en silencio también es un acto que tiene sus consecuencias, que no tomar posición es tomar posición a favor de las injusticias que se cometieron entonces y que se siguen cometiendo hoy en día. Me pregunto, si el mundo hubiera sido más contundente con el Isis cuando apenas empezó a matar miles de personas en Iraq y Siria,   ¿hubiera ocurrido hechos como el avión ruso derivado en el Sinaí, el atentado en Beirut un día antes de Paris o el acto terrorista en el Bataclan? ¿Sabríamos cuál partido amistoso se jugó el viernes 13 de noviembre del 2015 en el Estadio de Paris? 
  6. A medida que uno logra entender los factores históricos, sociales, religiosos, políticos y económicos que se fueron sumando en la Shoá, se adquiere conciencia de la complejidad del proceso histórico y una perspectiva sobre cómo la convergencia de factores puede contribuir a la desintegración de los valores democráticos.   Y entonces se llega a la conclusión que debemos reflexionar acerca de la responsabilidad de cada uno como individuo, como parte de una organización y de una nación, siendo atentos y dispuestos a reaccionar ante las menores violaciones a los derechos y a las libertades de las personas. Víctor Frankl dice: "A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino".

Queda claro entonces que una motivación clave para la enseñanza de la Shoá es que puede sensibilizar a los jóvenes y llevarlos a ejemplos de injusticia, persecución, racismo, antisemitismo y otras formas de odio en el mundo de hoy. A menudo, la Shoá se ve como un referente moral, un paradigma del mal. Sin embargo, si bien aprender esas lecciones universales puede ser una parte importante de estudiar la Shoá, cada persona debe darse cuenta de las diferencias entre los acontecimientos y debe reconocer tanto lo particular como lo universal.

La gente ahora usa frecuentemente el término ‘Holocausto’ o lo utiliza mal para describir una gran variedad de horribles crímenes o hechos. Desafortunadamente, debido al uso común que se le da hoy en día, este término es a veces  trivializado e incluso mal utilizado. En muchos casos, los crímenes nazis y sus víctimas son marginados, no sólo por las limitaciones del lenguaje, sino también por la falta de comprensión e información clara.

Estudiar sobre la Shoá puede llevar a los jóvenes a establecer comparaciones útiles con el mundo moderno: violaciones a los derechos humanos ocurridas bajo el régimen nazi y el período de preguerra en particular se podría comparar perfectamente con ejemplos modernos de prejuicio, discriminación y persecución.

El genocidio, sin embargo, es clara y fundamentalmente diferente a la pérdida de los derechos civiles. Por supuesto, ha habido otros ejemplos de genocidio y es legítimo preguntar, por ejemplo, cuáles son las diferencias y similitudes entre la Shoá y el genocidio de Ruanda. Pero los estudiantes deben tener claro que no todos los acontecimientos trágicos constituyen genocidio y deben cuidarse de no hacer comparaciones falsas.  Y es fundamental también  “NO” dejar la impresión de que podemos decidir sobre nuestro curso de acción hoy por la simple referencia a hechos pasados.  

En definitiva, algunos estudiosos de la Shoá sostienen a partir de analizar las pruebas aportadas en los diversos juicios (Nüremberg, Frankfurt, Dachau, Auschwitz, Eichmann, entre tantos otros) y numerosos testimonios de las víctimas sobrevivientes, que el único método preventivo eficaz y pacífico es la educación en todos sus niveles, tratando de implementar programas de enseñanza en común entre distintos Estados miembros o parte de las Naciones Unidas, con controles en el nivel de enseñanza y aprendizaje, dando una nueva oportunidad de esperanza de paz al tratar de evitar que hechos de la magnitud de la Shoá y demás genocidios vuelvan a repetirse, por haber aprendido, mediante una educación impregnada en derechos humanos a través de su recorrido histórico, el sendero del bien y no del odio, y así evitar que hayan criminales que lleguen a la justicia por haber cometido hechos eliminacionistas de las dimensiones explicadas.  

La comunidad Wayuu de la Guajira tiene la siguiente creencia: 

“Nosotros morimos tres veces.
La primera en nuestra carne,
la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven
y la tercera en sus memorias,
que es la última tumba
y la más glacial”

No dejemos de educar, para no olvidar, para prevenir, y no castigar.


Notas:

 1. Yossi Goldstein, “Dilemas educativos en la enseñanza de la Shoá”, Nuestra Memoria, Año XIV – No.30 – Buenos Aires, Fundación Memoria del Holocausto, Julio de 2008, página 267.

2.  Idem, páginas 269 a 271.

3.  Yehuda Bauer, “Reflexiones sobre el Holocausto”, EDZ Nativ Ediciones, Jerusalén, 2013, páginas 59 a 72.

4. http://holocaustmusic.ort.org/fileadmin/downloads/Guia%20para%20ensenanza%20del%20Holocausto.pdf