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Iom Kipur en la ciudad de Tzfat

Por: Victor Zajdenberg

El ascenso

Nos encontrábamos en el Kibutz Ein Jarod, en el Emek Izreel, visitando a la legendaria tía Iehudit, pionera de la época jalutziana. Escuchábamos fascinados los intensos relatos de "aquellos días".

cuando se trabajaba de sol a sol en la desecación de pantanos luchando al mismo tiempo contra el mosquito del paludismo y los ataques de los árabes de las aldeas cercanas. Eran tiempos aquellos de espíritus solidarios y visión histórica sin par.

Mientras se desarrollaban sin pausa todas aquellas historias, un aroma penetrante envolvía todos nuestros sentidos. Afuera, las plantaciones de naranjas y pomelos; adentro una mesa servida con toda clase de manjares y frutas, nos provocaba vértigos de satisfacción por la exuberancia, producto del trabajo denodado de "aquellos días".

Justo a la hora convenida se presentó Efraim, el "Rey del Galil", con su flamante Escort para conducirnos a la mística ciudad de Tzfat, una de las cuatro ciudades judías sagradas del Pueblo de Israel (Hebrón, Ierushalaim, Tveria y Tzfat). Debíamos apresurarnos pues estábamos en Erev Iom Kipur y en pocas horas más teníamos previsto asistir a la ceremonia de Kol Nidré.

Apenas el automóvil comenzó a trepar por las escarpadas montañas del Galil Helión, comenzamos a percibir una cadena de sensaciones peculiares que, de a poco, fue invadiendo todo nuestro ser.

Allá en lo alto, como una lograda Torre de Babel, apareció en su mágico esplendor la bella ciudad de Tzfat, sobresaliendo entre las nubes que la rodeaban, como desgajada de la realidad terrestre qué recién habíamos dejado atrás.

Así comenzaron los momentos espirituales más profundos de toda nuestra vida que terminaron marcando nuestro destino en forma decisiva

Nos preparamos con bastante anticipación a la caída del sol pues queríamos recorrer algunas de las históricas y muy conocidas sinagogas de Tzfat.

El recorrido

Iniciamos nuestra caminata por las angostas callejuelas de Tzfat. Ni un solo automóvil podía verse en movimiento por las calles. La terminal de omnibuses ya estaba clausurada desde hacía largo rato y las estaciones de servicios se encontraban desiertas.

Fue hermoso poder acompañar a las innumerables familias, padres e hijos, que como hongos brotaban de todos lados, dirigiéndose a sus respectivas sinagogas.

Muchos vestían impecables trajes, corbatas y sombreros. En la mano o bajo el hombro, portaban una bolsita con distintos grabados dorados o plateados que contenían el Majzor y el Talit.

Algunos vestían todo de blanco con turbantes bajos también blancos y moviendo al caminar los en- rulados y ensortijados "peot" que, bulliciosamente, pendían de la cabellera.

Las mujeres con blusas blancas relucientes y polleras de distintos colores caminaban cuchicheando entre ellas y saludando a todos los conocidos.

Las callejuelas de Tzfat se fueron llenando de caminantes de todas las edades y de todas las procedencias imaginables, listos para afrontar el "Día del Perdón", en un clima de solemnidad y respeto.

Así es que llegamos a la Sinagoga "MARAN BEIT IOSEF", donde Rabí Iosef Caro redactó el "Shuljan Aruj", una de las sinagogas que se mantuvieron en plena y permanente actividad durante más de quinientos años. Sencilla y solemne a la vez, la iluminación resaltaba el color azul-cielo de sus ven- tanas, puertas, púlpito y sillas. La congregación ya se estaba reuniendo para la gran ceremonia.

Seguimos un poco más y nos encontramos con una de las sinagogas más antiguas y modestas de Tzfat, "HATZADIK HALABAN", que no fuera afectada por el terremoto de 1759. Humilde, pero con ex- presión de fuerza, las luces reflejaban el color blanco-nube de sus columnas, paredes y barandas.

Palmeras, cítaras y cuernos (shofarim) pintados por doquier, resaltaban el ambiente ya casi lleno de fieles y concurrentes al acto.

Finalmente llegamos a nuestra sinagoga, "BEIT HAKNESET HA"ARI HAKADOSH", la sinagoga santa de los "ashkenazim, con bóvedas cruzadas por aristas uniformes. Data del siglo XVI, destruida por el terremoto de 1759, fuè restaurada en 1816. Los distintos tonos de marrón y beige realzaban en general a toda la sinagoga, pero destacaban en especial la zona del "Aron Hakadosh", enmarcado por hermosos trabajos artísticos en metal, yeso y madera, verdadera obra de arte.

Kol nidre

Casi de inmediato se escuchó la melodía del "Kol Nidré" en su triple clamor existencial; con profundidad y temor nos fuimos compenetrando en el texto que habla del arrepentimiento y del perdón, del retorno de aquellos que se alejaron y de la absolución y nulidad por toda iniquidad realizada.

Ya no cabía un alfiler en la sala y cientos de voces reversibles chocaban entre sí, tomaban vuelo pro- pio y sus sonidos se esparcían por todo el recinto como plegaria colectiva y embriagadora.

A la finalización de los oficios, las callecitas de Tzfat se llenaron nuevamente de caminantes que pausadamente se dirigían a sus hogares para descansar y poder así cumplir con el ayuno de IOM KIPUR.

Tzfat se había convertido en una pequeña-gran ciudad absolutamente espiritual, una vasta sinagoga cuyo techo era la inmensidad y sus habitantes, ángeles guardianes del PACTO con el D"s de ISRAEL.

El cielo y la tierra

A la mañana siguiente Efraim nos llevó al "BEIT HAKNESET de la SARAIA" y allí tuvimos el honor de conocer a David Iehuda, moreh, rabí, jazan y conductor espiritual de la Comunidad.

Su rostro lleno de fuerza y profundidad; su figura con una no muy larga barba, aunque ya con algunas canas; su personalidad penetrante y abrasadora; su voz melodiosa y dulce; sus oraciones, sus prédicas y cantos, mostraban al maestro en su plenitud intelectual y emocional.

Nuestros sentidos creyeron imaginar, por unos instantes, al patriarca Abraham y al libertador Moisés, presentes ese santo día en Tzfat.

Luego nos contó Efraim que este gran hombre acababa de perder un hijo en un enfrentamiento con las hordas terroristas palestinas. Sin embargo, no hubo un solo instante en que su consagración de- cayera; por el contrario, todo su ser vibraba y con èl la concurrencia, cuando entonaba el "Unetane Tokef Kedushat Haiom", "Clamemos con Pasión en este Día de Sublime Santidad"; o del "Berosh Hashana Ikatevun, Ubeiom Tzom Kipur Iejatemun"-"En Rosh Hashanah sea Inscripto y el Día del Ayuno del Kipur quede Firmado".

Tiempo y espacio habían desaparecido; no sentíamos en nuestros cuerpos el ayuno que estábamos cumpliendo; todo nuestro ser estaba embargado por una vivencia verdaderamente inolvidable.

Al menos por un día, Iom Kipur, la ciudad de Tzfat estaba más cerca del cielo que de la tierra. Esta experiencia, única, distinta e irrepetible, quedará grabada, por siempre, en nuestra memoria.