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Singapur

Por: Rabino Eliahu Birnbaum

La república de Singapur es conocida en el mundo en virtud de sus leyes especiales o por su éxito económico. Empero es menos conocida por los judíos que la habitan y su historia singular. Cuando viaje a la isla muchos me preguntaron por qué lo hacía, ¿acaso hay allí judíos?

La isla de Singapur se encuentra entre Malasia al norte e Indonesia al sur y su población alcanza los cinco millones de habitantes. Sus pobladores arribaron a esta, provenientes de la China, Malasia y la India. En efecto, se trata de un país poseedor de leyes dracónicas.

Está prohibido adquirir o mascar chicle en la vía pública, está prohibido ensuciar en la calle o arrojar en ella desperdicios, está prohibido realizar demostraciones de afecto en público. Transgredir estas y otras prohibiciones pueden traer acarreadas costosas multas y hasta cárcel. El país es manejado como una corporación privada, posee una economía exitosa, buenas condiciones sociales para los ciudadanos, incluido el reparto de dividendos varias veces al año. La educación suministrada por el estado es del nivel más alto existente en el mundo y en ese país no hay ni crimen ni violencia. Por esta razón, Singapur es conocida como la “Suiza asiática” o el “Manhattan del oriente”.

Los primeros judíos

La historia de la comunidad judía de Singapur comienza en el siglo XIX. Los primeros judíos en asentarse provenían de las comunidades de Bagdad y Basora en Iraq, las cuales existen desde el exilio de la tierra de Israel. En los siglos XVIII y XIX muchos judíos iraquíes migraron hacia la India, la cual se encontraba bajo dominio británico, estableciendo allí comunidades florecientes. Ellos huían de persecuciones políticas y religiosas que amenazaban afectar su estatus económico y su estilo de vida. Las persecuciones sufridas durante el gobierno de Suleimán Pashá y su sucesor Daúd Pashá impulsaron a muchos a buscar nuevos horizontes en la India y otros sitios de oriente, entre ellos Singapur. Los primeros judíos en arribar a Singapur lo hicieron cuando Sir Stamford Raffles estableció en 1819 un centro comercial regional en la isla. La apertura del canal de Suez en 1869 llevó a que personas, provenientes de Europa, y entre ellas judíos ashkenazíes arribaran a la isla.

La expansión del imperio británico hacia el este en dirección a Singapur y su prestigio como la “reina del oriente” impulsó a comerciantes judíos a emigrar hacia allí junto a sus familias, ya que la isla ofrecía libertad religiosa junto con oportunidades y nuevos horizontes económicos. Estas personas, que buscaban un puerto seguro, se transformaron en un eslabón importantísimo del comercio entre China y Europa que en esos días se desarrollaba velozmente. Los comerciantes judíos se dedicaban principalmente a la importación y la exportación de mercancías tales como especias, productos de algodón, café, madera, así como al comercio legal de opio. Este último producto era de consumo extendido tanto en el archipiélago malayo como en la China a modo de medicina casera destinada a paliar dolores, problemas gástricos, dificultades respiratorias o anestesia, por lo que consistía en un rubro sumamente rentable para los comerciantes.

Mi maestro en todo lo referente a viajes al oriente, el Rabino Yaakov Sapir, autor del libro “Even Sapir” (“zafiro” en hebreo), visitó Singapur en 1862 y describió la vida de los judíos en ese lugar. Él fue el primero en revelar al mundo judío la situación de sus hermanos en el Yemen, Etiopía y el lejano oriente. Sobre su visita a Singapur escribe:

“El día 298 del mes de Yiar arribé a la gran urbe de Singapur, la cual se encuentra al final de un estrecho marítimo. Allí es dable encontrar unos veinte hogares de nuestros hermanos los judíos bagdadíes, quienes en un inicio se establecieron en Calcuta y una vez que irrumpió aquí el comercio, arribaron a esta isla donde abrieron negocios y sus propiedades han sido sumamente exitosas… viven en casas enjardinadas y dentro de la ciudad cuentan con una bonita sinagoga”.

En la actualidad radican en Singapur unos dos mil a dos mil quinientos judíos de los cuales solamente unos trecientos son descendientes de aquellos judíos iraquíes que arribaron a mediados del siglo XIX. El resto de los judíos llegaron provenientes de veinticinco países diferentes del mundo entero para trabajar o hacer negocios incorporándose a la comunidad.

Existen allí dos sinagogas, “Maguén Avot” que fuera establecida en 1878 y “Jesed El” construida en 1905. Ambas dos están activas tanto en los días hábiles como en Shabat. Asimismo, funcionan en la ciudad varios restaurantes kosher, empero sin duda la joya de la corona es el colegio judío “Sir Menashe Mayer” construido del patrimonio por este dejado por un monto de cincuenta millones de dólares. En la actualidad estudian en esta institución unos ciento ochenta alumnos judíos. Sin embargo, curiosamente los niños judíos poseedores de ciudadanía singapureña no pueden estudiar en esa institución ya que el estado exige que lo hagan en colegios públicos junto a sus connacionales a los efectos de no generar diferencias o divisiones en la sociedad local. El trato hacia los judíos en la isla es muy bueno, los isleños aman a Israel y nuestros hermanos disfrutan allí de absoluta libertad religiosa.

Menashe Mayer y su legado

Por lo general, cuando visito diferentes comunidades judías en el mundo me encuentro con personas interesantes tales como líderes y directivos comunitarios, escritores, intelectuales y rabinos jóvenes. Sin embargo, raramente llego a una comunidad y conozco a los antepasados fundadores de la misma, a aquellos que le imprimieron un sello indeleble. Se trata de personalidades que pasaron ya a mejor vida empero siguen presentes a través de sus aportes y obras, por lo que a cada paso se siente su influencia en la vida comunitaria. Ese es el caso de Sir Menashe Mayer de Singapur quien falleciera el 1 de julio de 1930. Menashe Mayer era el más notorio líder de la comunidad sefaradí del Singapur colonial. Sus aportes a la comunidad judía y a las demás congregaciones fueron significativos y su legado perdura hasta hoy, pleno siglo XXI.

Menashe Mayer nació en Bagdad en 1843. De niño estudió en Calcuta y en 1861 llegó a Singapur para avanzar tanto en su educación como profesionalmente. Mayer fue una persona tradicionalista, observaba estrictamente una dieta kosher y en aquellos días en los que no funcionaba en la isla una carnicería judía poseía en su casa un gallinero, un establo y mantenía un “shojet” o faenado según el rito judío a su servicio. Mayer le pagaba a “las personas del minián” a los efectos de asegurar que siempre haya quorum para rezar en la sinagoga. Además de su salario, estos feligreses recibían el importe del viaje en rickshaw para poder asistir a los rezos. Estas medidas especiales aseguraron el continuo funcionamiento de la sinagoga y la diaria regularidad de sus servicios religiosos.

La sinagoga “Jesed El” fue erigida en 1905 del dinero de Menashe Mayer y es una de las herencias más vistosas que dejó. Esta es considerada como la sinagoga más grande y bella del lejano oriente. Una de las sillas de esta casa de oración lleva aun una placa con su nombre.

Mayer fue padre de tres varones llamados Itzjak, Yaakov y Reubén así como de cuatro hijas llamadas Janá, Ramá, Rajel y Muzel. Resulta sumamente interesante leer el testamento que dejó a sus hijos, hijas y miembros de la comunidad.

En su primer inciso se refiere a la herencia espiritual de la familia: “Todo hijo o nieto mío que abandone la fe judía o se case exogámicamente será privado completamente de mi herencia”.

Mayer ordenó que durante el primer año posterior a su deceso sus tres hijos participen de los rezos en la sinagoga por él construida, donen veinte libras esterlinas mensuales a la ieshivá que había fundado, cinco a cada una de las cuatro personas que habrían de recitar kadish para la elevación de su alma, dos por la mañana y dos por la tarde. Además, sus hijos habrían de donar anualmente veinticinco libras esterlinas a Jerusalem en el aniversario de su fallecimiento para alimentar a los estudiantes de la ieshivá por él establecida y a sus familias.

Ordenó que tanto la sinagoga como el colegio judío reciban dinero para su funcionamiento durante los veintiún años posteriores al fallecimiento del último de sus hijos. Asimismo, enfatizó que si el monto del apoyo económico por él prodigado resultara insuficiente para el correcto mantenimiento de las instituciones, tal como lo fue en vida del mecenas, incluyendo la comida para los alumnos y los salarios de los maestros, el faltante deberá provenir de la venta de una propiedad que él dejó específicamente destinada a ese efecto. El dinero del fondo dejado por Menashe Mayer aun hoy sirve para mantener las dos sinagogas de Singapur, el colegio judío local y el comité comunitario de ayuda a los necesitados.

El uso de rickshaw en Shabat

Una de las prácticas interesantes que eran aceptadas por la comunidad judía singapureña así como por otras comunidades orientales de oriundos de Bagdad es el permiso de ir en rickshaw a la sinagoga en Shabat.

Los judíos que arribaron a la India provenientes de Irak continuaron viendo en los rabinos bagdadíes sus autoridades halájicas y siguieron la jurisprudencia sefaradí por generaciones. Una de las preguntas de la época fue si es permitido viajar en Shabat a la sinagoga o a otro destino en un rickshaw empujado por un gentil. El origen de esta interrogante era el enorme tamaño de las ciudades hindúes tales como Bombay o Calcuta y la prohibición sabática de trasladarse de un dominio a otro.

El Rabino Eliahu Meni de la comunidad de Jevrón (1824-1899), que fuera discípulo notable del Rabino Abdala Somej líder de los eruditos de Babilonia a mitad del siglo XIX, estando en la India sentenció que está permitido trasladarse de un dominio  a otro por medio de un rickshaw ya que en opinión del Ramá las calles de la ciudad pueden ser consideradas como “carmelit” (figura rabínica intermedia entre el dominio público y el privado) y no como dominio público según entienden los sabios sefaradíes.

Según este principio, el Rabino Eliahu Meni permitió a los judíos de la India trasladarse en Shabat de un sitio a otro por medio del palanquín o “palki” cargado por gentiles llamado “rickshaw”. En un inicio el Rabino Abdala Somej no compartió la sentencia de su alumno, empero, finalmente una vez que el Rabino Meni explicó detalladamente sus argumentos aceptó su postura y de esa manera los judíos iraquíes en el oriente comenzaron a emplear este método de transporte en Shabat.

Estos fueron los conceptos del Rabino Meni respecto del permiso dado en el oriente para el uso de rickshaw tanto en la India como en Singapur:

“He de admitir, sin negarlo, que yo autoricé a los judíos de Bombay a proceder de esta manera… pues si consideramos a los caminos como dominio público, los judíos de Bombay transgreden con sus propias manos una prohibición cuyo castigo es la lapidación… por ello me respaldé en la usanza de los judíos de Francia (Europa) y les permití el traslado en un palanquín cargado por gentiles, pues si hemos de decir que los caminos son “carmelit” (dominio público por decreto rabínico mas no bíblico) resulta que esto estaría permitido” (Responsa Zivjei Tzedek Hajadashot del Rabino Abdala Somej, Jerusalém 5741 inciso 99).

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1 - Vehículo ligero de dos ruedas que se desplaza por tracción humana y sirve para que se sienten dos personas, bien a pie o a pedales. Muy popular en países como China, Japón o India.

2 - En español “litera”, una especie de vehículo sin ruedas para el traslado de personas transportado a tracción humana.