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El uso de kipá en la diáspora

Por: Rabino Eliahu Birnbaum

Mientras escribo estas líneas me encuentro en México. En la octava noche de Janucá fui testigo de un evento anómalo y en mi opinión evento también trágico que quisiera compartir con mis lectores.

Tal como se acostumbra en muchas comunidades judías del mundo, los enviados de Jabad suelen encender velas de Janucá en los centros urbanos. Habitualmente, acostumbran colocar una Janukiá grande en el centro de la ciudad, en una plaza público o junto a un sitio que encierre algún significado histórico especial. Tal como es sabido, el Rebe de Lubavitch, de bendita memoria, instaba a sus seguidores a que difundan la luz de Janucá por medio del encendido de Janukiot públicas en todos los confines del mundo. El origen de esta práctica se remonta a una clase dictada por el Rebe el 25 de Kislev del 5747 (1986) donde dijo que en todo sitio donde viven judíos debía colocarse un gran candelabro que ilumine el dominio público con la luz de la Torá (Likutei Sijot 5747 I pág. 190). Muchas comunidades adoptaron esta costumbre, no solamente al interior de la sinagoga y en el seno de la comunidad sino en la vía pública para enseñar a las naciones la luz contenida en las velas de Janucá. 

En la octava noche de Janucá en México, el enviado local de Jabad dispuso una gran Janukiá de decenas de metros de altura junto a la escultura del ángel que se encuentra en el corazón de una de las metrópolis más grandes del mundo. Esta escultura es una especie de estatua de la libertad de la Ciudad de México y fue erigida en honor a los cien años de la guerra de la independencia nacional que tuvo lugar en 1802. La estatua se eleva a unos 45 metros de altura y en su parte superior se encuentra la figura dorada de un ángel.

Sin embargo, tras algunos minutos de ser encendida la Janukiá y que cientos de judíos entonaban junto a esta cánticos alusivos a la festividad llegaron soldados y policías quienes anunciaron que recibieron la orden de bajar la Janukiá y apagar las velas. Este pedido provenía de la municipalidad en virtud de una solicitud del "Comité Central Israelita de México", órgano que aglutina a todas las comunidades judías del país y las representa ante las autoridades. El "Comité Central" se dirigió a la municipalidad y a la policía con la solicitud de que interrumpan el encendido público de las velas festivas so pretexto que ello pone en riesgo la integridad física de los judíos del país. Es interesante destacar que cuando los policías gentiles recibieron la orden de apagar las velas deliberaron entre sí respecto de si era o no procedente hacerlo puesto que se trata de "velas sagradas que está prohibido apagar". 

No es mi intención entrar en los detalles de esta discusión, empero creo que nos sirve como símbolo de un debate profundo que tiene lugar en el mundo judío no solamente sobre el sitial de las velas de Janucá en el ámbito público gentil sino sobre la naturaleza de la vida judía en la diáspora. El dilema radica en cómo deben los judíos manifestar su judaísmo fuera de Israel. En qué medida vivir su judaísmo en el interior de sus hogares e instituciones o en el espacio público. En qué medida es mejor para el judaísmo y los judíos no exponer las tradiciones, los preceptos y la identidad al mundo circundante o quizás resulte más conveniente vivir una vida judía con mayor naturalidad sin ocultar la identidad y sin ocultarse tras muros y rejas.

Por supuesto que esta interrogante posee diferentes aspectos relativos a la salvaguarda de la vida judía tanto desde el punto de vista de la seguridad, como de la educación como de las relaciones con la sociedad gentil en el seno de la cual los judíos viven. A los efectos de comprender mejor este dilema podemos señalar que según una encuesta realizada en la Unión Europea el año pasado resulta que una cuarta parte de los judíos de Europa temen identificarse como tales. Es así como la mayoría de estos teme andar por la calle con kipá o con cualquier otra señal identificatoria y evitan sobresalir públicamente como judíos por temor a ser agredidos.

Este dilema nada tiene de nuevo. Ya en los tiempos del iluminismo el principio que profesa "sé judío en tu hogar y un ser humano al salir de este" se transformó en una de las premisas del judaísmo iluminista que procuraba lograr la plena emancipación. Este enfoque se basa en las palabras del escritor hebreo Yehudá Leib Gordon en su poema "Hakitza Amí" ("Despierta pueblo mío") del año 1863. En opinión de Gordon, a los efectos de integrarse en la historia contemporánea de las naciones los judíos debían modificar su estilo de vida, no publicitar sus antiguas costumbres y creencias mas sí adoptar el mundo moderno y sus conceptos cuidando la herencia espiritual judía únicamente en el interior del hogar. Sin embargo, en la actualidad que vivimos en un mundo post emancipatorio en el cual los judíos forman parte del tejido social parecería que esta máxima resulta un tanto artificial e incluso afecta negativamente la identidad judía natural. 

Considero que el tema de andar con kipá por la calle es parte de un debate legítimo e importante en lo referido a la vida pública judía. Hace cuestión de unos meses, mientras ejercía el Rabinato en la ciudad italiana de Turín, salí del edificio comunitario para visitar una persona enferma que vive en las inmediaciones. La sede comunitaria y la sinagoga se encuentran en una zona céntrica de la ciudad, y tal como ocurre en muchas urbes europeas en los últimos años el centro del casco urbano se ha poblado profusamente de musulmanes. El encargado de seguridad de la comunidad apostado en la puerta de la institución me vio caminando en dirección al vecindario contiguo que posee cuantiosa población musulmana y me pidió en un tono intermedio entre petición y orden que no salga con kipá sino con un sombrero por sobre esta o sin cubrirme la cabeza en absoluto para no llamar la atención de nuestros vecinos mahometanos.

Le agradecí mucho, pero le dije que no hay posibilidad alguna de que actúe de esa forma. En primer lugar, porque como rabino comunitario doy el ejemplo y si yo temo andar con kipá por la calle emito una señal muy problemática al resto de los miembros de la comunidad en cuanto a que se puede ir por la calle sin cubrir la cabeza o que los judíos temen en virtud de su judaísmo y por lo tanto deben ocultar su identidad y su fe. En segundo lugar, sostuve que si un judío no puede caminar por la calle con kipá y vivir abiertamente como tal la conclusión resultante es que no hay lugar para los judíos en Turín, ni en Italia ni en Europa. En tercer lugar, le dije al encargado de seguridad que no tiene de qué preocuparse pues tras haber servido en el Ejército de Defensa de Israel como soldado y oficial - se cuidarme…

En efecto, en todos mis viajes por el mundo insisto en andar con kipá, tal como lo indica la norma, a modo de símbolo, como parte de mi identidad judía manifiesta y no oculta. Incluso en los países europeos que hoy son considerados peligrosos tales como Francia, los países escandinavos, España y demás no me quito la kipá ni uso un sombrero por encima de esta. Mi judaísmo es interior y exterior y no soy capaz de ocultarlo tal como se hacía en el pasado en los días de la inquisición. Solamente cuando viajo a países musulmanes tales como Egipto, Túnez, Jordania, Marruecos etc. En ellos por precaución cubro mi cabeza con un sombrero, no sea que un desequilibrado me ponga en riesgo. Empero, por principio, mi convicción personal indica que debo ser judío tanto en mi casa como fuera de esta, judío en mi interior y en la calle y no hay necesidad alguna de ocultar mi fe o mi estilo de vida. Mi experiencia me indica que andar con kipá por la calle no solamente es un símbolo de pertenencia sino también de orgullo judío. Muchas veces tanto hombres como mujeres, jóvenes y ancianos me paran en distintos sitios y me manifiestan su buen sentir por el hecho de que un judío anda con kipá por la calle sin temor y expresa orgullosamente su identidad.

Estas y otras preguntas respecto del carácter de la vida judía tienen su origen en el hecho de que los judíos son una comunidad minoritaria en el seno de una mayoría gentil en el mundo entero. El hecho de ser son una minoría en los países de la diáspora genera una interacción entre los judíos y los gentiles, entre las costumbres judías y las de la sociedad general. Así fue en el pasado y así lo es en el presente. 

Es cierto que en tiempos pretéritos los judíos vivían bastante concentrados en determinadas zonas tanto en Europa Oriental como en el Norte de África y habitaban en barrios separados del resto de la población tanto en el shteitl como en el ghetto, empero la emancipación abrió los portones ante los judíos. De ser una comunidad étnica separada se transformaron en parte del universo cultural, social y económico general y a raíz de ello se aceleraron los procesos de asimilación. 

La sociedad mayoritaria exigió a la minoritaria adoptar una postura ante las ideas del a primera y en general esto incluía adaptarse a la cultura local. La reacción de los judíos a los desafíos de la modernidad fue diversa. Algunos judíos optaron por el modelo de la integración plena intentando alejarse y negar su condición judía, de su historia y de la existencia del pueblo de Israel. Este enfoque instó a una asimilación plena a la sociedad gentil.

Otro modelo fue el de encerrarse y diferenciarse, procurando alejarse de cualquier conexión a la sociedad mayoritaria y a los cambios que la modernidad por medio de un esfuerzo en preservar los muros protectores de la religión como forma de asegurar la supervivencia judía. Son conocidas las palabras del Jatam Sofer (Rabí Moshé Sofer 1762-1839) quien dijera: "lo nuevo está prohibido por la Torá", y de esa manera estableció claros límites entre los diferentes mundos.

El tercer enfoque, muy extendido en el mundo judío diaspórico tanto en el pasado como en el presente es el de inserción en la sociedad general cuidando preservar las particularidades propias. Este enfoque procura permitir al judío una existencia en los dos mundos simultáneamente, el del judaísmo y el de la sociedad general, vivir en el interior de dos mundos o entre dos mundos. En el marco de semejante realidad compleja surge el dilema y la pregunta existencial del judío de la diáspora: ¿cómo vivir en el límite entre dos mundos? ¿Encender las velas en público o en el patio de la casa? ¿Ir por la calle con kipá u ocultar tanto la identidad como la kipá?