Imprímeme

Shabat con Timochenko

Por: Jack Goldstein

“…Dicen que la lectura y los viajes acaban con el racismo y la xenofobia y así lo creo. Enseñan a ver la otra cara de cualquier moneda, sin tener que cambiar de bando…”

Hasta hace par meses me hubiera parecido increíble la idea, pero la ocasión se dio el pasado 17 de enero. No fue precisamente para celebrar Shabat y explicarle a Timo sobre las melajot, para traducirle el kidush o explicarle finalmente por qué no es de buen recibo referirse a “hacer la judía”. De hecho, tuve que anticipar mi ceremonia íntima de Shabat para luego reunirme con él en mi propia casa, ¡Cosa curiosa! 

Tampoco se trató de una reunión pequeña; fue el coctel y cena de lanzamiento de la 5ª Conferencia Internacional de Viajeros Extremos (ETIC) que tuve el privilegio de organizar y para la que asistieron unas 40 personas de más de 20 países. El objetivo: llegar hasta la mítica Marquetalia, al suroccidente del Tolima, y reunir a todos los actores del conflicto para un evento épico. Además de Timochenko, también estuvieron para la cena inaugural la senadora Victoria Sandino, Rodrigo Granda (el famoso Canciller de las FARC), Miguel Pascuas (a.k.a Sargento Pascuas, uno de los originales marquetalianos de 1964), y mi nuevo mejor amigo, Martin Cruz (alias Rubin Morro), quien fue el único encargado de entregarle los containers con todo el arsenal a la ONU. De la plana negociadora en La Habana casi que solitos hacían su propio minyán. Por su parte, la ONU estuvo representada, entre otros, por el señor Carlos Ruiz-Massieu, director de la misión, y mi amigo Felipe Ramirez Koppel quien varias veces ha participado de cenas de Shabat en casa. También asistieron el director de la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN) y sus asesores cercanos, Red+Noticias, Netflix, miembros de la cooperativa de ECOMUN (quienes aprovecharon el momento para ofrecer productos elaborados por desmovilizados como café, bisutería, libros, botas de campaña, bolsos, cremas y demás), y la viceministra (e) de Turismo. 

El paquete turístico ofrecido para este acontecimiento incluyó tour de Bogotá, ascenso en mula a la histórica Marquetalia, almuerzo sobre el Magdalena y sobrevuelo en Cessna por el Parque Nacional de Chiribiquete (Departamentos de Guaviare y Caquetá) haciendo escala en San José del Guaviare. Durante el paseo a las entrañas de la revolución contamos con 150 troperos del batallón 18 de operaciones terrestres del ejército nacional, y un centenar de patrulleros que nos acompañaron en una caravana que incluyó 25 blindados y decenas de motos. Estuvieron también el alcalde de Planadas, Tanja la holandesa, el cacique del resguardo indígena Nasa, los grupos de danzas del ETCR de las FARC en El Oso y del cabildo indígena vecino, personalidades de la misión de la ONU, la comunidad de Gaitania, 40 mulas, 15 jeeps y un grupo de 26 excombatientes que se encargaron de montar los campamentos, preparar las ranchas y cocinar. En total, este proyecto movilizó y vinculó cerca de 350 personas que representaron a todos los actores del conflicto en proceso de reconciliación.

El paseo y la experiencia fueron fenomenales, pero eso no corresponde relatar acá en Hashavúa. Quien quiera gastarme un whisky con gusto le comparto las anécdotas. Lo que es de destacar acá es la experiencia del último año tratando con quien desde que tengo memoria ha sido mi enemigo declarado, ejercicio que considero prudente hacer con otros enemigos más.

No sufro de síndrome de Estocolmo. Muchos criticarán si habré comido cuento y promocionado la causa revolucionaria, cosa que nunca ha sido mi intención. Para el caso, reuní a todos los actores del conflicto y hasta logré organizar un acto de reconciliación. Del evento saldrán las versiones periodísticas de Red+ Noticias, Netflix, FARC, ONU, ARN y Presidencia de la República para que cada uno cuente desde su óptica. Obviamente fue un tema de mucha adrenalina, parte de ese deseo que siempre he tenido de llegar a lugares extremos, tratarme con gente “exótica” y lograr cosas osadas, como aquella vez que organicé paseo con guía de Hezbolá por los barrios chiitas y palestinos de Beirut. Dicen que la lectura y los viajes acaban con el racismo y la xenofobia y así lo creo. Enseñan a ver la otra cara de cualquier moneda, sin tener que cambiar de bando, pero enseñando a uno a ser autocrítico de su propia facción. Escuchar las historias de las FARC, leer sus libros, ver lo difícil que les es entrar en la vida civil, escuchar sus diversas y opuestas opiniones sobre el proceso de paz (Tanja resultó desafiliándose de las FARC tan pronto regresamos de Marquetalia), comprender los retos que una economía de mercado les genera, poder brindar con ellos, echar chistes, escuchar sus historias, planear, buscar nuevos horizontes, perder la vergüenza y el miedo, todo eso ha sido una formidable experiencia.

Seguramente, es mucho más fácil sentarse con Timochenko y Granda que sentarse con Nasrala y Haniye. ¿Lo haría si tuviera la oportunidad? Dudo que eso sea posible o que hubiera de qué hablar y dudo que estén dispuestos a hacerlo. Pero mi punto va a un plano más mundano y básico. Me refiero a un acercamiento a nivel de las bases del conflicto, donde estoy convencido que hay que trabajar mucho, sin ser ingenuos, pero entendiendo que cualquier conquista a nivel de los corazones de niños de un colegio, de familias vecinas, de socios en empresas, son todas ganancias que se deben valorar. Dudo también que cualquier acuerdo de paz sirva mientras que a nivel de las bases el odio sea pasional, algo que nuestra parte tampoco está exenta de sentir. Toma un cambio generacional para apostarle a una paz genuina. Entonces, mientras más rápido se comience a trabajar a ese nivel, más rápido llegará la generación que permita sentarnos y sentirnos más cómodamente junto a nuestros enemigos declarados. Son tantas las organizaciones que promueven la concordia entre israelíes y palestinos que pudiéramos apoyar. Los viajes a Israel también pudieran incluir actividades de convivencia y conocimiento entre las partes en conflicto.

Alguna vez, la famosa Tanja Niejmeier me preguntó si yo era judío. Asumiría con razón que su anfitrión era burgués y sionista. Pero pude contarle que tuve antepasados exiliados a Siberia por cuenta del zar debido a sus ideas revolucionarias, que mi mamá se crio en la Hungría Comunista y que pasé los veranos allá. Quizás tenga más cosas que contarle de ese sistema de lo que ella cree. De lejos, mi relación con los farianos ha sido mucho más civilizada y amable que la relación que he tenido que soportar de parte de la Colombia Humana y su líder Petro.

Para una próxima oportunidad, confío poder compartir otro Shabat con más tiempo, de manera más íntima, más judía, y capaz podré hablarle abiertamente a Timochenko de lo inadecuado que es referirse a “hacer la judía”. También buscaré el espacio para podernos sentar él, Granda, Sandino y un “dream-team” de nuestra comunidad para hablar sobre su misa por Suleimani, su invitación a dignatarios iraníes -autores de la masacre de la AMIA- a hablar en el congreso nacional, su posición antisionista y otros temas más de nuestro interés judío comunitario y pro-israelí. El paso hay que darlo; nada se pierde en el intento.